martes, 6 de octubre de 2015

Verdad ante un encastado Adolfo

En chiqueros aguardaba una seria corrida de Adolfo Martín que tantos triunfos ha cosechado esta temporada. Si bien es cierto como hemos recalcado que la corrida era una tía, algunos de los toros a nuestro juicio no eran de Madrid, pero viendo la novillada que se aprobaba días a tras marcada con el hierro de El Torreón ... poco se le podía reprochar. 
Corrida que recordó a esas "alimñas" de su tío, corrida dura, interesante, que no permitía fallos. Aún con todo, no fue una tarde épica para el hierro de la V, sin perjuicio de lo cual, fuese una corrida que trasmitió emoción y tensión a los tendidos. Rafaelillo estuvo a la altura, demostrando sus cualidades lidiadoras ante un lote complicado, escuchó dos ovaciones. Fernando Robleño no corrió esa suerte, silenciado en su lote, que al igual que el de Rafaelillo fue muy duro. Paco Ureña en su primero, tiró de raza ante un toro que en la muleta fue más que complicado, pero siendo el más interesante del encierro, escuchó una ovación tras pasaportar al tercero de la tarde, pero lo bueno estaba por llegar.


La única excepción en un encierro complicadísimo fue el sexto. Toro que pidió los papeles en banderillas como sus hermanos. Le propinó una fea voltereta al comienzo de la faena de muleta. Fue el que embistió con más clase, pero dejando claro que no se iba a dejar hacer tan fácilmente. 
Las Ventas vivió un gran capítulo, una de esas faenas que quedan grabadas en la retina. Toreo del caro, al natural, con verdad. Tan solo dos tandas para el recuerdo, pero, ¿quién dijo que fuesen necesarias más? El capitulo se repetía en el mismo escenario y con la misma ganadería unos meses después, pero en este caso no sería Rafaelillo el protagonista, sino Paco Ureña, el cual toreó con el corazón a "Murciano", número catorce. ¿Cosa del destino?, no lo creo. Simplemente recordó faenas de antaño, simplemente aunó las almas que estaban allí presentes y las de los pobres desgraciados que tuvimos que conformarnos con verlo tras la pantalla. Fue de esas faenas intensas, porque lo bueno es más bueno si es corto, si deja con ganas de más, si hace hablar de un natural y no de cincuenta. 
Al fin, este torero se quitaba una espina y nos deleitaba con ese toreo recordando que él sigue estando ahí y que es capaz de cuajar faenas como estas, porque aunque  fallase a espadas y no se llevase ningún trofeo a casa, esa vuelta al ruedo vale mucho más que una oreja de la que se puedan olvidar porque lo que siempre pervive son las faenas llenas de VERDAD. 

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