martes, 4 de octubre de 2016

Detalles de Curro Díaz en nuestra primera vez en Las Ventas

Visitamos el templo, la Meca del toreo, fuimos por vez primera a Las Ventas. Todo fue casual y tomamos la decisión en el último momento. Fuimos de visita a Madrid pero sin intención de ir a los toros. Parecíamos Paco Martínez Soria en "La Ciudad no es para mí" al pasear por la calle Alcalá y Gran Vía. Nos enamoramos de la ciudad. De igual manera lo hicimos con Las Ventas.
Con los ojos como platos íbamos mirando todo, atendiendo a cualquier detalle por pequeño que fuese, apreciando la riqueza artística y arquitectónica de esta maravillosa plaza.

A las 17:30 y con irreprochable puntualidad, rompió el paseillo. En chiqueros una corrida de El Puerto de San Lorenzo desigual y con toros fuera de tipo. Algún que otro toro hubiese pasado por un buey de "Florito" si le hubiesen dado pintura blanca con una brocha. Fue una corrida mansa hasta los topes y falta de fuerzas en ocasiones, pero transmitió emoción ya que algunos toros desarrollaron sentido, sobre todo, primero, tercero y cuarto; siendo el quinto el más parado y emplazado; y el sexto el menos malo.

De las cuadrillas mejor ni hablamos. Los picadores fatal, muchos toros fueron picados por ambos varilargueros. Con la brega, en muchos casos, parecía más una capea que una corrida seria. No se colocó bien a los toros la mayoría de las ocasiones, no se cortaba a tiempo a los toros, los peones corrían delante del toro cual recortador y los capotes volaban. Los subalternos no fueron al quite en la mayoría de veces, como tampoco fue Jeremy Banti. El sobresaliente francés fue a cobrar y a pasar la tarde. También faltaron quites ,aunque los toros no acompañaban, y rivalidad en un mano a mano sin sentido. Es cierto que ambos toreros suscitan expectación pero más sentido hubiese tenido ver a Garrido y a Javier Jiménez.

José Garrido, en su primero, el segundo de la tarde, anduvo perdido, fue un quiero y no puedo. El extremeño pretendió acoplarse y no supo interpretar las embestidas del del Puerto. En el cuarto de la tarde, y con los vibrantes momentos de la faena de Curro Díaz al tercero en la retina, Garrido estuvo bien con el capote. Con la muleta dio algún pase decente. Poco después de comenzar, se llevó una fea voltereta, se levantó en la cara del animal y recibió un fuerte impacto del toro en el pecho, pareciendo mucho más grave lo que, gracias a Dios, fue a la postre. La faena anodina, aunque con parte del público caliente después de los dos sustos, se iba alargando en demasía. Faena de pueblo con desplantes innecesarios, manoletinas y demás tonterías. No se vio, ni por asomo, al Garrido de Bilbao. Faena que rozó la falta de respeto a la afición venteña. El toro, fue bordeando las tablas y dio la vuelta entera. Sonó un aviso, José entró a matar, pinchó y el morlaco salió tras el al sentir el acero. Nadie estaba colocado para hacer el quite y saltó su mozo de espadas. Garrido fue hacia el 6 y resbaló o se tiro para que el toro no lo empotrase contra las tablas, pero estaba claro que lo alcanzaría. El astado le propinó un fuerte golpe en la nuca mientras caía al suelo y le dejo inconsciente. Pasó a la enfermería de la que saldría para matar al sexto. Le honra la vergüenza torera, pero seamos realistas, no se puede tener esperando de ese modo al respetable para que salga convaleciente, que no se entere por donde le corre el aire y desaproveche el único toro que podría haber servido para torear de verdad. En cambio, vimos como el presidente anunciaba por megafonía que estoquearía a su tercero, una faena muy larga en la que se sucedieron los pases insípidos y los fallos con los aceros, escuchándose dos avisos. Mal Garrido.

Curro Díaz salió a recibir una calurosa ovación que le brindó la afición al terminar el paseillo. En su primero, no debió brindar al público un toro que se vio desde el principio, no serviría para su toreo. Comenzó con trincherillas, pecó de ventajista, se le coló en múltiples ocasiones por el pitón izquierdo. Debió llevarlo más tapado, darle mayor distancia y abusó del pico de la muleta en algunas ocasiones. Bajonazo criminal y ovación excesiva. En su segundo dejó detallazos como gran torero que es, es de esos que poseen una torería diferente y que da pases para el recuerdo, pero no consiguió, tampoco en su tercero, redondear una faena. Está muy bien esto, pero a ver si vemos una faena redonda de este torero lo antes posible. Aún así, pases ceñidos y acoplados, con un clasicismo difícil de igualar. Se llevó dos feas volteretas. La afición jaleaba los "oles" y los "bien", y más todavía tras los sustos. Eso calentó más si cabe a los allí presentes. Nosotros no nos dejamos llevar el valor de volver a la cara del toro como si nada después de aquello, sino por los detalles. En su tercero, penúltimo de la tarde, se escuchó una fuerte pitada al toro, que a nuestro parecer debió ser devuelto por falta de fuerza y la casi inexistente movilidad. El presidente cambió el tercio, pero antes, Montoliú consiguió llevarlo al tercio y dejárselo al matador para que torease. Ni un enganchón, con suavidad y por abajo. Escuchó una meritoria ovación. Estas cosas gustan en Madrid. Comenzó la faena sentado en el estribo de las tablas y después se sucedieron los mejores muletazos de la tarde. Si hubiese estado así de entonado desde el principio o hubiese sorteado el sexto... otro gallo hubiese cantado.

Fue una tarde que será difícil de olvidar, que no es la tarde que uno sueña pero que estuvo a la altura y dejar claro que aunque reconozcamos la torería a los detalles de Curro Díaz, los aficionados se están deshaciendo en elogios con él en lo que a esta tarde se refiere. De todos modos, cada uno que haga lo que quiera y es indiscutible que tiene pellizco, pero no creemos que lo de esa tarde fuese para tanto, faltó redondear una faena. Puede que sea falta de sensibilidad o puede que nos falte mucho por aprender, todo cabe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario